La Biblia nos dice: “Bebieron
vino y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera
y de piedra” (Daniel 5:4)
Muchas veces tal vez no consideramos
algunas cosas como "dioses", pero les damos una importancia o un poder
que no tienen, ni merecen...
La notita decía: “Queridos Reyes
Magos aunque hacen muchas pero muchas décadas que abandoné mi infancia, no he
perdido en el corazón la inocencia infantil. Los esperaré esta noche con un
ruego: tráiganme esperanza, comprensión y serenidad”
Preguntémonos... estos personajes
históricos ¿podrían hacer eso? La Biblia nos habla de aquellos magos del
oriente:
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“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido. Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle... Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo... vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (Mateo 2:1-11)
Ellos vinieron a adorarlo y le
entregaron tres presentes dignos de un Rey, de un Sacerdote, de Dios mismo... El
era quien merecía adoración:
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“El pueblo que moraba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos... Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino... en juicio y en justicia, desde ahora y para siempre...” (Isaías 9:2-7)
Los magos tal vez eran tres, tal vez
remotamente eran reyes de algún lugar... pero ningún sacrificio hicieron para
darle nada al mundo, solo adoraron al Verdadero Dador de la
Salvación:
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“...He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad... En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:9-12)
Ante esta realidad... ¿A quién
deberíamos pedirle esperanza?
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“Así que, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Hebreos 10:19-23)
No nos confundamos. Solamente en
Jesucristo podremos tener la Esperanza que necesitamos. Y hallar en El la
comprensión y serenidad para vivir.
Recordemos: No demos
a cosas creadas la honra que merece el Salvador...
TBS
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