miércoles, 1 de mayo de 2013

Dios es Nuestra Luz…


Leer Salmos 119:129-136

Según Mathew Henry esta sección puede titularse: “La Maravilla de la Iluminación”, porque es en la Palabra donde encontramos luz suficiente para satisfacer nuestro entendimiento. “En Palestina, las casas, en su mayoría, carecen de ventanas y la luz entra por el portal. Entra luz por la Palabra de Dios del mismo modo que la luz del sol entra por un portal oriental” (W. T. Davies)

Este Salmo como recordamos está compuesto como un acróstico en el que cada octava corresponde a una letra del alfabeto hebreo. En este caso comienza con la letra diecisiete, y como explica Charles Spurgeon: “La letra diecisiete es la letra Pe. La sección es preciosa, práctica, provechosa, poderosa, de modo peculiar”

Comienza describiendo la Palabra de Dios…
  • “Maravillosos son tus testimonios… La exposición de tus palabras alumbra…” (Salmos 119:129-131)
“Algunos se maravillan de las palabras de Dios y las usan para sus especulaciones, pero el Salmista era siempre práctico, y cuanto más las admiraba, más las obedecía” (Charles Spurgeon)

El “sencillo” es el “ingenuo sin experiencia” que por medio de la Palabra de Dios recibe sagacidad para enfrentar a un mundo oscuro y tramposo. El Salmista al comprender esto no solo “guarda” la Palabra como un tesoro, sino que “abre su boca”, como quien anhela un poco de aire en un día caluroso y “suspira” o “aspira con vehemencia”, como quien está agitado por perseguir algo que quiere alcanzar. Estas metáforas implican pasión y compromiso por la Palabra de Dios… Como “el ciervo que brama por las corrientes de aguas” en Salmos 42:1, porque es el mismo concepto en el original…

Continúa declarando su Petición a Dios…
  • “Mírame, y ten misericordia de mí…” (Salmos 119:132-134)
Su Petición a Dios incluye…
  1. Su Atención: “Mírame, y ten misericordia de mi…” (v.132). “Si una mirada nuestra a Dios tiene eficacia salvadora, ¿qué es lo que hemos de esperar de una mirada de Dios a nosotros” (Charles Spurgeon).
  2. Su Aprobación: “Ordena mis pasos con tu palabra…” (v.133). “Las Escrituras son el retrato de la voluntad de Dios. Antes que un hombre emprenda o se ocupe de algún negocio que mire en ellas y lea lo que ha de hacer, lo que no ha de hacer y lo que Dios manda, y que lo haga; lo que Dios prohíbe, que no lo haga; que sus Palabras, las de Dios, lo decidan todo” (Spencer)
  3. Su Amparo: “Líbrame de la violencia de los hombres…” (v.134)
Concluye destacando la Presencia de Dios…
  • “Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo…” (Salmos 119:135-136)
Como Moisés quien osadamente dijo a Dios: “Te ruego que me muestres tu gloria” (Éxodo 33:18), así el Salmista reclama al Señor una visión de Su Presencia para comprender sus “estatutos”. Este conocimiento, como a Isaías, lo lleva a clamar “¡Ay de mí!” por su pecado y por el pecado de aquellos que trasgreden la Ley de Dios, lo cual, en el caso del profeta, le dio la predisposición para decir “envíame a mí” (Isaías 6:5-8). Un creyente maduro siente pena por el pecado de los demás y su alma se desvela por el destino de los perdidos hasta el punto en que sus ojos derraman literalmente “torrentes de lágrimas”. En este caso no llora por el daño que le pudieran hacer a él estos malvados sino por su desobediencia a Dios y las consecuencias que ello trae aparejado…

“El anhelo personal por la iluminación y la dirección de la Palabra de Dios va de la mano con un sincero pesar por aquellos que la desprecian y trasgreden” (Gerard Chrispin)

Recordemos: Recibimos Luz para ser Luz…
DECH

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