Leer Salmos 119:129-136
Según Mathew Henry esta sección puede
titularse: “La Maravilla de la Iluminación”, porque es en la Palabra
donde encontramos luz suficiente para satisfacer nuestro entendimiento. “En
Palestina, las casas, en su mayoría, carecen de ventanas y la luz entra por el
portal. Entra luz por la Palabra de Dios del mismo modo que la luz del sol entra
por un portal oriental” (W. T. Davies)
Este Salmo como recordamos está
compuesto como un acróstico en el que cada octava corresponde a una letra del
alfabeto hebreo. En este caso comienza con la letra diecisiete, y como explica
Charles Spurgeon: “La letra diecisiete es la letra Pe. La sección es
preciosa, práctica, provechosa, poderosa, de modo peculiar”
Comienza describiendo la Palabra de
Dios…
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“Maravillosos son tus testimonios… La exposición de tus palabras alumbra…” (Salmos 119:129-131)
“Algunos se maravillan de las
palabras de Dios y las usan para sus especulaciones, pero el Salmista era
siempre práctico, y cuanto más las admiraba, más las obedecía” (Charles
Spurgeon)
El “sencillo” es el
“ingenuo sin experiencia” que por medio de la Palabra de Dios recibe
sagacidad para enfrentar a un mundo oscuro y tramposo. El Salmista al comprender
esto no solo “guarda” la Palabra como un tesoro, sino que “abre su
boca”, como quien anhela un poco de aire en un día caluroso y
“suspira” o “aspira con vehemencia”, como quien está agitado
por perseguir algo que quiere alcanzar. Estas metáforas implican pasión y
compromiso por la Palabra de Dios… Como “el ciervo que brama por las
corrientes de aguas” en Salmos 42:1, porque es el mismo concepto en el
original…
Continúa declarando su Petición a
Dios…
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“Mírame, y ten misericordia de mí…” (Salmos 119:132-134)
Su Petición a Dios
incluye…
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Su Atención: “Mírame, y ten misericordia de mi…” (v.132). “Si una mirada nuestra a Dios tiene eficacia salvadora, ¿qué es lo que hemos de esperar de una mirada de Dios a nosotros” (Charles Spurgeon).
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Su Aprobación: “Ordena mis pasos con tu palabra…” (v.133). “Las Escrituras son el retrato de la voluntad de Dios. Antes que un hombre emprenda o se ocupe de algún negocio que mire en ellas y lea lo que ha de hacer, lo que no ha de hacer y lo que Dios manda, y que lo haga; lo que Dios prohíbe, que no lo haga; que sus Palabras, las de Dios, lo decidan todo” (Spencer)
-
Su Amparo: “Líbrame de la violencia de los hombres…” (v.134)
Concluye destacando la Presencia de
Dios…
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“Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo…” (Salmos 119:135-136)
Como Moisés quien osadamente dijo a
Dios: “Te ruego que me muestres tu gloria” (Éxodo 33:18), así el
Salmista reclama al Señor una visión de Su Presencia para comprender sus
“estatutos”. Este conocimiento, como a Isaías, lo lleva a clamar
“¡Ay de mí!” por su pecado y por el pecado de aquellos que trasgreden
la Ley de Dios, lo cual, en el caso del profeta, le dio la predisposición para
decir “envíame a mí” (Isaías 6:5-8). Un creyente maduro siente pena por
el pecado de los demás y su alma se desvela por el destino de los perdidos hasta
el punto en que sus ojos derraman literalmente “torrentes de lágrimas”.
En este caso no llora por el daño que le pudieran hacer a él estos malvados sino
por su desobediencia a Dios y las consecuencias que ello trae
aparejado…
“El anhelo personal por la
iluminación y la dirección de la Palabra de Dios va de la mano con un sincero
pesar por aquellos que la desprecian y trasgreden” (Gerard
Chrispin)
Recordemos:
Recibimos Luz para ser Luz…
DECH
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