Leer Salmos 119:41-48
“Estos ocho versículos son un
ruego continuado a favor de la permanencia de la gracia en su alma, y está
apoyado por argumentos tan santos como podría sugerirlos sólo un espíritu
ardiendo de amor a Dios” (Charles Spurgeon)
Según Mathew Henry al titular esta
porción como: “El coraje necesario para dar testimonio”, el Salmista
espera en la Gracia de Dios a fin de tener un argumento suficiente para
enfrentar a sus detractores y un motivo sustancial para hacer conocer sus
convicciones espirituales.
Comienza afirmando que tiene una
Respuesta…
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“Venga a mi tu misericordia… Y daré por respuesta avergonzador, que en tu palabra he confiado” (Salmos 119:41-43)
La “misericordia” de Dios y
la “salvación” que ella trae a nuestra alma, son una respuesta
suficiente para los detractores de nuestra fe. Como dijera Charles Spurgeon:
“Esta es una respuesta sin réplica posible. Cuando Dios, al concedernos la
salvación, da a nuestras oraciones una respuesta de paz, estamos preparados al
instante para contestar a las objeciones de los infieles, a las sutilezas de los
escépticos y a las burlas de los que se mofan”
Continúa expresando que ha tomado una
Resolución…
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“Guardaré tu ley siempre, para siempre y eternamente. Y andaré en libertad…” (Salmos 119:44-45)
En este pasaje el Salmista usa tres
vocablos que indican continuidad: “siempre”, “para siempre” y
“eternamente”, lo que implica el alto grado de compromiso que él asumía
hacía la Palabra de Dios. Al hacerlo, sabía que la consecuencia directa era su
libertad espiritual, como bien lo enseñara más adelante el mismo Señor
Jesucristo:
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“Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32)
Concluye compartiendo su
Renovación…
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“Hablaré de tus testimonios… me regocijaré en tus estatutos… Alzaré mis manos a tus mandamientos… Y meditaré en tus estatutos…” (Salmos 119:46-48)
Desde la necesidad de misericordia
divina para enfrentar a sus adversarios hasta el entusiasmo con el cual cierra
este párrafo se nota un gran avance espiritual en el Salmista que se puede
describir por medio de cuatro énfasis que él mismo deja por
constancia:
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Su Convicción: “Hablaré de tus testimonios… Y no me avergonzaré” (v.46). Como dijera T. Brooks: “Los hombres de gran santidad han sido hombres de gran osadía”
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Su Contentamiento: “Y me regocijaré en tus mandamientos…” (v.47). En este caso es apropiada una frase de G. Horne: “El que quiera predicar con osadía tiene que deleitarse él mismo en la práctica de lo que predica”
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Su Consagración: “Alzaré mi mano a tus mandamientos que amé” (v.48). El Señor Jesucristo dijo: “El que me ama, mi palabra guardará” (Juan 14:23). En este caso el Salmista por causa de su relación con Dios enaltece su Palabra al punto de “elevar sus manos”, como en oración, para mostrar su dependencia de sus enseñanzas.
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Su Comprensión: “Y meditaré en tus estatutos” (v.48). Nos da la idea de tomar la Palabra de Dios y dedicarle tiempo suficiente cada día con la finalidad de pensar, reflexionar, enfrascarnos o abstraernos en ella. Una palabra que describe este proceso es rumiar o sea, volver vez tras vez sobre un pasaje seleccionado hasta descubrir en él los nutrientes que necesitamos para desarrollar una saludable vida espiritual…
Recordemos: En la
Palabra de Dios está la Respuesta…
DECH
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