sábado, 20 de abril de 2013

Dios es Nuestra Meditación…


Leer Salmos 119:41-48

“Estos ocho versículos son un ruego continuado a favor de la permanencia de la gracia en su alma, y está apoyado por argumentos tan santos como podría sugerirlos sólo un espíritu ardiendo de amor a Dios” (Charles Spurgeon)

Según Mathew Henry al titular esta porción como: “El coraje necesario para dar testimonio”, el Salmista espera en la Gracia de Dios a fin de tener un argumento suficiente para enfrentar a sus detractores y un motivo sustancial para hacer conocer sus convicciones espirituales.

Comienza afirmando que tiene una Respuesta…
  • “Venga a mi tu misericordia… Y daré por respuesta avergonzador, que en tu palabra he confiado” (Salmos 119:41-43)
La “misericordia” de Dios y la “salvación” que ella trae a nuestra alma, son una respuesta suficiente para los detractores de nuestra fe. Como dijera Charles Spurgeon: “Esta es una respuesta sin réplica posible. Cuando Dios, al concedernos la salvación, da a nuestras oraciones una respuesta de paz, estamos preparados al instante para contestar a las objeciones de los infieles, a las sutilezas de los escépticos y a las burlas de los que se mofan”

Continúa expresando que ha tomado una Resolución…
  • “Guardaré tu ley siempre, para siempre y eternamente. Y andaré en libertad…” (Salmos 119:44-45)
En este pasaje el Salmista usa tres vocablos que indican continuidad: “siempre”, “para siempre” y “eternamente”, lo que implica el alto grado de compromiso que él asumía hacía la Palabra de Dios. Al hacerlo, sabía que la consecuencia directa era su libertad espiritual, como bien lo enseñara más adelante el mismo Señor Jesucristo:
  • “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32)
Concluye compartiendo su Renovación…
  • “Hablaré de tus testimonios… me regocijaré en tus estatutos… Alzaré mis manos a tus mandamientos… Y meditaré en tus estatutos…” (Salmos 119:46-48)
Desde la necesidad de misericordia divina para enfrentar a sus adversarios hasta el entusiasmo con el cual cierra este párrafo se nota un gran avance espiritual en el Salmista que se puede describir por medio de cuatro énfasis que él mismo deja por constancia:
  1. Su Convicción: “Hablaré de tus testimonios… Y no me avergonzaré” (v.46). Como dijera T. Brooks: “Los hombres de gran santidad han sido hombres de gran osadía”
  2. Su Contentamiento: “Y me regocijaré en tus mandamientos…” (v.47). En este caso es apropiada una frase de G. Horne: “El que quiera predicar con osadía tiene que deleitarse él mismo en la práctica de lo que predica”
  3. Su Consagración: “Alzaré mi mano a tus mandamientos que amé” (v.48). El Señor Jesucristo dijo: “El que me ama, mi palabra guardará” (Juan 14:23). En este caso el Salmista por causa de su relación con Dios enaltece su Palabra al punto de “elevar sus manos”, como en oración, para mostrar su dependencia de sus enseñanzas.
  4. Su Comprensión: “Y meditaré en tus estatutos” (v.48). Nos da la idea de tomar la Palabra de Dios y dedicarle tiempo suficiente cada día con la finalidad de pensar, reflexionar, enfrascarnos o abstraernos en ella. Una palabra que describe este proceso es rumiar o sea, volver vez tras vez sobre un pasaje seleccionado hasta descubrir en él los nutrientes que necesitamos para desarrollar una saludable vida espiritual…
Recordemos: En la Palabra de Dios está la Respuesta…
DECH

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