La nota decía: “Una cuidadosa
elección de los culpables... cosas claras y contundentes en la sentencia...
imputó... responsables... procesado... involucrado... absuelto...
incongruencia... la culpa es de...”
Leer esta nota me hizo pensar
que... ¡los culpables no se eligen! Lo son o no lo son. Se es culpable o
inocente.
En los tribunales humanos ambas
condiciones deben ser debidamente demostradas con pruebas ante un juez, mediante
la intervención de un fiscal acusador y con la presencia de un abogado
defensor.
Sin embargo, ante el Tribunal de
Dios, esta secuencia ya es un hecho desde el principio. La Biblia nos presenta a
todos como culpables sin remedio:
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“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas... Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:21,23)
Cuando nos presentemos ante el Juez,
Dios mismo, ya no habrá oportunidad de demostrar inocencia, pues habrá condenas
irremediables:
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“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego" (Apocalipsis 20:11-15)
Hoy, ahora y en la tierra tenemos la
oportunidad de gozar de la defensa de nuestro Abogado Jesucristo:
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“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1)
El nos defiende ante el implacable
fiscal acusador, nuestra propia naturaleza pecaminosa:
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“Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19)
No hay manera de negar nuestra
culpabilidad, ni pruebas de inocencia porque ésta no existe. Solo podemos
obtener clemencia y aceptar la Gracia infinita de Dios, que sustituye nuestra
culpabilidad mediante la obra redentora del Señor Jesucristo.
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“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24)
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“Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo” (Romanos 5:16)
Recordemos: Somos
culpables. La Gracia inmerecida de Dios conmuta la pena y nos da Vida
Eterna.
TBS
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