La nota llevaba por título:
“Cuando las palabras no sirven de nada… lo que una médica piensa, siente y
sufre cuando tiene que dar malas noticias…” Ante un enfermo terminal
específico, ella afirma: “una parte de mí quería gritar, también deseaba
llorar de ira y frustración por la crueldad de la enfermedad. Sin embargo tenía
que hacer lo que los médicos hacen: mantener la calma, revisar los antecedentes,
practicar un examen, trazar un plan…”
Esto en relación a un médico y su
paciente, a quienes simplemente une cierta relación circunstancial, sin llegar
a compartir sentimientos o intimidad, como en el caso de Dios, Médico por
excelencia del alma y del cuerpo y el ser humano, creación suya.
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“He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad” (Jeremías 33:6)
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“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:28-29)
Acerca de la Obra que Dios hace nos
dice:
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“No seas sabio en tu propia opinión, teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos… Hijo mío, está atento a mis palabras; e inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo” (Proverbios 3:8, 4:20-22)
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“El les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo… los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 4:23; 5:31-32)
Ante esto, ¿qué palabras podríamos
pronunciar?
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“Guarda silencio ante Jehová, y espera en él…” (Salmos 37:7)
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“Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová” (Lamentaciones 3:25-26)
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“…Cristo padeció por nosotros,… quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas” (1 Pedro 2:21, 24-25)
En realidad, sí hay algunas palabras
que podemos decirle al Señor:
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“…Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68)
Recordemos:
Solamente en el Señor Jesucristo hallaremos sanidad y salvación para nuestras
almas.
TBS
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