martes, 26 de marzo de 2013

Cambios duraderos...

En la Biblia leemos: “...el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará...” (Eclesiastés 8:17)

Ante un marcado cambio de actitud de una importante figura pública, sus allegados opinan: “Está sinceramente conmovida... corrigió el rumbo... mostró en público cómo y cuánto había mutado su estilo”. Otros afirman: “Estamos frente a una performance actoral, de alguien que sabe interpretar su papel, como el que ahora parece haber aprendido pero su natural sigue siendo el mismo y que más temprano que tarde, mostrará a todos de nuevo su verdadero rostro”

La Biblia nos da pautas claras en cuanto a la imposibilidad del ser humano de cambiar radicalmente su esencia, ya sea externa o interna:

“¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien estando habituados a hacer mal?” (Jeremías 13:23)

“...no puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo” (Juan 3:27)

“Porque si alguno es oidor de la palabra, pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era” (Santiago 1:23)

Los cambios solamente ocurren cuando el ser interior es transformado por la Palabra y la Obra de Dios:

“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18)

Los que opinaban sobre esos cambios, terminaban diciendo: “No se puede cambiar el curso de la historia a base de cambiar los retratos colgados en la pared”

El Señor Jesucristo dijo:

“Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente” (Mateo 9:16-17)

Es necesario un cambio total interior, que se reflejará en conductas y actitudes visibles y permanentes, aún exteriores:

“...de cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios... El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del espíritu, espíritu es” (Juan 3:3, 5-6)

“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38)

“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros... cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo... habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno...” (Colosenses 3:5-10)

Recordemos: No hay nada de nuestra naturaleza que podamos cambiar permanentemente... Solo Dios puede hacerlo...

TBS

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