La Biblia nos dice: “Dad a Jehová
la gloria debida a su nombre...” (Salmos 29:2)
La nota relataba el rescate de un
niño autista, perdido en un bosque al cual había ido a pasear con su padre, y
cómo tras cuatro días de búsqueda sin resultados debido a la costumbre del niño
de correr a esconderse al escuchar pasos, un vecino de la zona se vio impulsado
a entrar en un lugar de acceso restringido y lo encontró, sano y salvo,
escondido en una especie de cueva. Cuando se le quiso otorgar el mérito a este
hombre, prefirió conservar el anonimato, diciendo: “El Espíritu Santo me
guió. Recibir cualquier reconocimiento por haber encontrado al niño le quitaría
el mérito a Dios”
En estos días tan especiales, donde
los festejos de la “Semana Santa” incluyen vacaciones, comidas
especiales, golosinas de chocolate, y tantas otras cosas alegóricas, qué bueno
sería recordar, reconocer y atribuir el mérito de la Obra espiritual que ocurrió
en otra fecha de Pascua y que hizo la diferencia fundamental entre la vida y la
muerte eternas para los que creemos.
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“Y Pilato... entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado... Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas... le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían... Después de haberle escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle” (Marcos 15:15-20)
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“Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera... y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS...Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz...” (Mateo 27:32-45)
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“Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró” (Lucas 23:44-46)
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“El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y a otro discípulo... y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor... y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro... y bajándose a mirar... vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte... y vio, y creyó. Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos...” (Juan 20:1-10)
Éste es el mérito absoluto del Señor
Jesucristo, haber dado su vida por nosotros, habiendo resucitado y sentándose a
la diestra de Dios.
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“Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos 16:19)
Recordemos: En el
día de hoy, enfoquemos la mirada y la atención hacia Aquel que merece todo el
mérito por su obra en la cruz.
TBS
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