Mucho se ha escrito sobre el valor superlativo
de disfrutar y vivir plenamente el presente, pero a pesar de ello seguimos
cayendo en el error de condicionarnos por el ayer, o preocuparnos por el mañana.
Si pudiéramos hacer un paralelo de nuestra vida con el uso que damos al dinero,
diríamos que hoy es el efectivo real que tenemos en nuestras manos para realizar
las compras que necesitamos, ayer es el importe que hemos gastado bien o mal,
pero que no tenemos manera de recuperar y mañana son las promesas de pago para
los días por venir, sabemos que llegará pero no lo tenemos contante y
sonante.
Cuando José, luego de la muerte de Jacob, se
presentó delante de sus hermanos, estos estaban temerosos porque pensaban que
había llegado la hora de la revancha y que sufrirían las consecuencias del mal
obrar en los días de su juventud. Pero, contrariamente a lo que creían, su
hermano les dijo estas palabras alentadoras:
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“Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Génesis 50:19-20)
Los hermanos de José, como la mayoría de
nosotros, estaban demasiado pendientes del futuro y con gran remordimiento por
los hechos del pasado; lo que no tenían en cuenta era el valor que Dios mismo da
al presente y que el elige hacer cosas significativas en el día de
hoy.
¿Qué cosas está haciendo Dios hoy que no
podemos percibir? ¿Cuánto nos condiciona el remordimiento por aquello que
hicimos en el pasado? ¿Por qué insistimos en enfocar nuestra vida en asuntos que
ni siquiera sabemos si llegarán a acontecer?
Pensemos en la siguiente frase popular:
“El ayer es pasado, el mañana es incierto, hoy es un
regalo, por eso lo llaman presente”
El pueblo de Israel en su periplo por el
desierto rumbo a la Tierra Prometida recibió del mismo Dios una lección gráfica
acerca de lo que significa vivir...
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"Y Jehová dijo a Moisés:He aquí yo os haré llover pan del cielo, y el pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de un día… Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. Más ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió…” (Éxodo 16:4, 17-18)
El alimento aparecía en el campo sin que nadie
hiciera nada, simplemente era la provisión diaria que Dios les dio todo el
tiempo que anduvieron por el desierto. Ellos debían recoger la cantidad exacta
para suplir las necesidades del día y no dejar nada para mañana. Algunos no lo
entendieron así y vieron que el maná se echaba a perder cuando se pretendía
guardarlo.
El maná se asemeja mucho a la vida; no hacemos
nada para merecerla, pero cada mañana la encontramos al abrir los ojos. Quizás
no sea esplendorosa o llena de glamour, pero es NUESTRA VIDA la cual contiene
todo, absolutamente todo lo que necesitamos para hacer de nuestra existencia
algo significativo…
Recordemos: Solo tenemos el
hoy, el cual recibimos cada día como una página en blanco donde debemos escribir
nuestras vivencias…
DECH
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