Leer Salmos 66
Este Salmo tiene como objetivo ser
una canción de Acción de Gracias, donde se invita a todos los habitantes de la
tierra a alabar a Dios. Si bien se desconoce su autor, los eruditos coinciden
que solo David pudo expresar de manera tan magnífica este convite a la
celebración del Dios de la Creación… Como dijera Charles Spurgeon: “Tiene
que haber sido un hombre de gran destreza el que cantó este Salmo: la mejor
música del mundo se sentiría honrada de poderse unir a expresiones
semejantes”
Al observar su contenido vemos
claramente que la alabanza es su tema preponderante y que el Creador es el
Objeto preciado al que se tributa el reconocimiento merecido…
En primer lugar nos invita a Celebrar
al Dios Asombroso…
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“Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Cantad la gloria de su nombre; poned gloria en su alabanza… El señorea con su poder para siempre…” (Salmos 66:1-7)
Mathew Henry dice en referencia a
este pasaje: “El deber del hombre es alabar a Dios; esto es parte de la ley
de la creación y, por tanto, se exige a todas las criaturas”. Esta
reflexión nos hace pensar en Isaías 43:7 donde leemos: “todos los llamados
de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice”. Esa es
la razón por la que el Señor Jesucristo decía, al referirse a los verdaderos
adoradores: “porque también el Padre tales adoradores busca que le
adoren” (Juan 4:23). Dios no está buscando fríos religiosos sino
fervientes adoradores que encuentren en Su Presencia la razón por la cual fuimos
creados…
Luego nos anima a Contemplar al Dios
Abundante…
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“Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, y haced oír la voz de su alabanza. Él es quien preservó la vida a nuestra alma… Pasamos por el fuego y por el agua, y nos sacaste a abundancia…” (Salmos 66:8-15)
El Dios que merece nuestra adoración
es Aquel que:
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Nos protege de innumerables situaciones que escapan a nuestro entendimiento: “preservó… nuestra alma… no permitió que nuestros pies resbalaran…”
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Nos provee liberación de los muchos conflictos que llegan a nuestra vida: “Pasamos por el fuego y por el agua, y nos sacaste a abundancia”
“La profundidad de nuestra pena
no está en proporción con la altura de nuestra bienaventuranza. Con paciencia
podremos resistir las dificultades presentes, pero viene la mañana. Sobre las
colinas se ve asomar el día, en cuya luz entraremos en nuestro lugar de
abundancia” (Charles Spurgeon)
Finalmente nos enseña a Clamar al
Dios Amoroso…
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“Venid, oíd todos los que teméis a Dios y contaré lo que ha hecho a mi alma… Bendito sea Dios, que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia” (Salmos 66:16-20)
El enfoque del salmista no está
puesto en la eficacia de la oración sino en el poder de la Misericordia de Dios.
Podemos llegar a pensar erróneamente que si oramos lo suficiente alcanzaremos
méritos como para obtener los favores del Altísimo, pero la realidad nos indica
que Dios no se conmueve por nuestras capacidades oratorias sino por nuestra
miseria y necesidad.
En la parábola del Fariseo y el
Publicano (Lucas 18:9-14) vemos el contraste entre la religión superficial y la
fe genuina. Solo aquel que pueda como el publicano, “ni aún alzar los ojos
al cielo, sino golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí pecador”
(v.13) podrá encontrar el verdadero significado de la Misericordia Infinita de
Dios. Es en ese sentido que el salmista nos motiva a buscar en nuestro clamor
al Dios Amoroso.
Recordemos: Conocer
a Dios implica comenzar reconociendo Su Gloria y terminar aceptando Su
Misericordia…
DECH
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