La nota llevaba por título
“Cuánta felicidad asegura una alcancía llena” y se desarrollaba en
estos términos: “¿Cuánto dinero se necesita para ser feliz? La idea de que
el dinero no puede comprar la felicidad es vieja, sin embargo existe una
relación calculable entre el ingreso y la felicidad. La gente que tiene un nivel
de vida cómodo es más feliz que quienes viven en la pobreza. El ingreso
adicional, sin embargo no nos proporciona una mayor felicidad una vez que hemos
alcanzado ese nivel de comodidad” y preguntaba “¿Por qué trabajamos
tanto después de haber llegado a un nivel de ingresos suficientes para hacernos
felices?”
En la Biblia encontramos estos
ejemplos:
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“La sanguijuela tiene dos hijas que dicen: ¡Dame! ¡Dame!...” (Proverbios 30:15)
-
“...Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde... se fue lejos a una provincia apartada, y allí desperdició sus bienes..." (Lucas 15:11-13)
Es verdad que las necesidades
materiales existen: alimento, vivienda, vestido, esparcimiento y todas las demás
cosas indispensables para nuestra supervivencia y la de nuestra familia. Pero
nunca nos saciamos. Mientras más tenemos, más deseamos gastar, y para ello más
necesitamos tener.
El Diccionario dice que el
significado de felicidad es “complacerse en la posesión de un bien”, un
poco diferente al significado de alegría que es: “Sentimiento de placer,
pero no idéntico a él, originado generalmente por una grata y viva satisfacción
del alma y que, por lo común, se manifiesta con signos
exteriores”
¿Qué nos puede dar la alegría
verdaderamente necesaria?
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“Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro. Tú diste alegría a mi corazón, mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto... Porque lo has bendecido, lo llenaste de alegría con tu presencia... Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo...” (Salmos 4:6-7; 21:6; 43:4)
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“La esperanza de los justos es alegría; mas la esperanza de los impíos perecerá” (Proverbios 10:28)
¿Dónde encontramos esta verdadera
felicidad?
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“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos” (Jeremías 15:16)
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“...nosotros somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay. En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos; si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones” (Hechos 14:17)
¿Podremos repetir sinceramente las
palabras del salmista?
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“Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos y los guardaré hasta el fin. Dame entendimiento, y guardaré tu ley, y la cumpliré de todo corazón. Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad. Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia. Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino...” (Salmos 119:33-37)
Recordemos:
Solamente Dios puede darnos plenitud verdadera...
TBS
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